Después de llegar al aeropuerto de Santa Marta en un vuelo interno, nos dirigimos a un pueblo mágico, casi perdido en el tiempo, localizado a 25 minutos en carro desde la ciudad en la que desembarcamos y con temperaturas cálidas que, eventualmente, pueden llegar a los 43 grados centígrados pero tolerables para nosotros.
Al llegar a Ciénaga, sus playas nos recibieron con historias contadas por Agustín Lara, un operador local, quien entre sonrisas y calidez, nos cuenta sobre el festival del “caimán cienagüero, una leyenda viviente acerca del caimán que se comió a una niña hija de pescadores, el 20 de enero, día en el que festejaba su cumpleaños”. Mientras nuestro amigo nos contaba esta historia, aparecieron bailarines, danzando cumbia cienagüera, al ritmo de tambores y guacharacas.