La aventura comenzó en el kilómetro 56 de la vía a Riohacha, donde nuestro guía nos recibió con una cálida bienvenida y nos dio las indicaciones necesarias para el emocionante día que nos esperaba. Equipados con nuestros seguros y flotadores, nos dirigimos a la orilla del Río Don Diego, donde el agua nos invitaba a sumergirnos en la naturaleza.

El descenso río abajo fue simplemente mágico. Mientras nos deslizábamos en nuestros flotadores, los sonidos de la naturaleza nos envolvían: el llamado de los monos aulladores desde lo alto de los árboles, el canto de tucanes y martines pescadores, y el suave murmullo del agua a nuestro alrededor. A lo largo del camino, nos maravillamos con la diversidad de aves, observando grandes bandadas de especies endémicas y migratorias que adornaban el cielo con sus vuelos.

Al llegar a la desembocadura del río, el paisaje se abrió ante nosotros, donde el río se encuentra con el mar. Tuvimos 30 minutos para disfrutar de un baño refrescante en este punto único, donde las aguas dulces se mezclan con las saladas, creando un entorno de contrastes que solo la naturaleza puede ofrecer.

El regreso fue igualmente especial, subiendo río arriba en una lancha, permitiéndonos una vez más apreciar la belleza del entorno desde una nueva perspectiva. De vuelta en la comunidad de Don Diego, la oferta gastronómica nos esperaba para cerrar con broche de oro esta experiencia inolvidable.