Minca
Al principio el nombre ya te invita a descubrir algo nuevo, pero sobrepasó todas mis expectativas al 100%. Disfruto descubrir nuevos lugares con mi esposa y mis amigos. En esta oportunidad, con un grupo de amigos, decidimos conocer una de las ofertas del llamado Macondo en Santa Marta y el Magdalena. Todo inició con una camioneta Toyota 4x4 que los anfitriones (que son los mejores) llaman "Copetranas". Es que 6 personas vamos cómodamente en un vehículo preciso para esta primera gran experiencia. Nos recibió Carlos, un empresario, conductor y guía, que hasta la recepción de mi apartamento llegó a buscarme y recoger a cada uno de mis amigos. Nos contó todo lo que viviríamos y, cuando ya caía el alba, nos recibió en la espesa vegetación de Minca, nuestra primera parada, con un delicioso desayuno de huevos revueltos, arepa y café de la sierra (eso de que el buen café no necesita azúcar y que el malo no lo merece es una definición perfecta para describir la delicia de un café orgánico de origen Sierra Nevada).
En esta parada nos recibió Otto, un técnico en ornitología, quien sería nuestro guía en un curso para principiantes en avistamiento de aves. Principiantes porque eso somos, pero él es un experto que recibe a grandes avistadores de Europa y los Estados Unidos. Caminar por los senderos y, desde el momento uno, escuchar el trinar de las aves y avistar casi desde el momento uno, pequeños colibríes, gorriones y papamoscas, y puedes tener la suerte de ver un tucán (no fue mi caso), pero claramente quedé muy interesado en la disciplina de avistamiento de aves. Terminamos el recorrido con un baño en una de las cascadas naturales de Minca. Esto, a casi media mañana, fue relajante. Encontrarte con la pureza de la naturaleza en su estado elemental es por demás fascinante.
Bajamos a uno de los caminos creados para la comodidad de nuestros viajes, llamados "placa huella", y nuevamente nos recibe nuestro amigo Carlos de Sierra Jaguar, contándonos con la experticia de quien parece nativo de estas tierras, pero que con una que otra palabra en italiano expone parte de la realidad de muchas personas que algún día conocieron estas tierras y hoy son hijos de ella. Carlos nos llevó a la Tagua, otro rincón de Minca, donde nos esperaban unas mulas adornadas y vestidas de colores en sus estribos. Ahí nos recibió otro de sus anfitriones, "Mular". Mular nos esperaba con 6 mulas, para nosotros una mula "ambulancia" y un par más para el equipaje. Comenzamos en ascenso a Cerro Kennedy, nuestra última parada antes de ver la majestuosidad del amanecer en 360 grados y a más de 3100 metros sobre el nivel del mar, solo a 4 horas de la playa. Era algo que me parecía mágico.
Comenzamos a subir en las mulas y comenzó a lloviznar, la vegetación cambia, pasas alrededor de 5 riachuelo, unos con más fuerza que otros, las flores exóticas y flores ya de clima frío y templado embellecen el recorrido. Al paso de mulas que saben claramente para dónde van, hicimos una parada para almorzar en un pequeño y pintoresco restaurante llamado "Santa Elena". Una querida y amable señora con acento del interior del país nos recibió con un "jugo de temporada", que es la cosecha de turno dispuesta para tu paladar. Tomé dos, pregunté cuánto valía y me dijo que nada, de nada. Con todo el ánimo tomé lo mejor de su carta para el almuerzo y conversando con ella conocí cómo después de la guerra entre liberales y conservadores en Colombia, muchos campesinos buscaron tierras de paz a orillas del Mar Caribe, pero con los suficientes metros para no extrañar el clima frío de donde muchos provenían. Santa Marta tiene eso, "la magia de tenerlo todo".
Tomamos nuestras mulas y a mitad del recorrido, quizá a una hora, comenzó una tormenta. Nada más lejos de atemorizarme, me aparté del resto del grupo (cosa que no recomiendo) y con uno de mis amigos subimos más rápido. Disfruto montar a caballo, pero las mulas también tienen esa fuerza y brío de mantenerse en cualquier terreno firmes, y eso me permitió, después de una loma, llegar al hostal Altos de la Sierra. Ver este lugar a más o menos 3000 metros sobre el nivel del mar y ver cómo la lluvia cesaba fue muy emocionante. Me recibieron Aura, su hijo Jackson, que era desde ahora nuestro guía, y el padre de Aura, gente buena, entrañable, que con otro café de la sierra hecho por sus manos nos comenzó a mostrar su hogar, que para esa noche también sería el mío. Pasé a la habitación cálida, hecha con materiales que mantenían el calor, pasé a una ducha fría (fue mi elección, también hay caliente) para después cenar y encontrarnos con esta bonita familia anfitriona.
Aura tiene un segundo piso solo para hacer camping, cubierto del frío y de la lluvia. Subimos y compramos entre los 6 tres botellas de vino y conversamos sobre nuestras vidas, sobre nuestros anhelos y celebramos cada uno de los gustos musicales de cada uno de los que estábamos, después de que nos subieron un parlante pequeño que acompañó la velada. Qué más pedir hasta ese momento que descansar para estar listo a las 4:00 a.m y poder subir hasta lo más alto del cerro Kennedy y ver el amanecer. Amaneció, nos tomamos otro rico café y comenzamos a caminar cuesta arriba, al menos yo iba 15 pasos firmes, 5 minutos descansando, he perdido la forma, pero no me quería perder de lo que hablan. Al fin llegamos, después de 20 minutos de caminata... no les puedo describir lo mágico de verbalizar en tu mente aquello que te invitaron a vivir: "Macondo en las nubes". El sol comienza a salir poco a poco, es como si segundo a segundo tu vista se conectara con el destello del amanecer, el cielo va tomando todo tipo de colores y de pronto ves hacia el horizonte y ves cómo hay una cama de nubes, esto es de otro mundo, es el tipo de experiencia que haces con quien quieres y amas, es un momento para jamás olvidar.
No les voy a contar lo que pasó al bajar o cómo luego fuimos a una finca cafetera, nos bañamos en un río, galopamos... Esta es una de las mejores experiencias que he vivido este año y te invito a que tú también la vivas. No esperes 100 años más para descubrirlo, Macondo en las nubes en cerro Kennedy, Minca, Santa Marta.