Desde el momento en que nos subimos a los caballos, supe que estábamos a punto de emprender una aventura única. La cabalgata hacia el pueblo de Taiku no solo nos llevó a través de paisajes impresionantes, sino también a un viaje en el tiempo. Mientras avanzábamos, nuestro guía compartió historias sobre los indígenas que habitaron esta región hace 500 años, sus costumbres, y cómo la comunidad ha evolucionado hacia el turismo.
Al llegar a Teykú, el contraste entre la modernidad y las tradiciones ancestrales era palpable. La comunidad nos recibió con una calidez que solo se encuentra en los lugares más genuinos. La interacción con el Mamo, la figura central de la comunidad, fue particularmente impactante. Nos habló sobre su visión de la naturaleza y cómo cada práctica, desde el cultivo de la tierra hasta la producción del trapiche, está profundamente arraigada en su respeto por la madre tierra.
El recorrido por el pueblo reveló casas ceremoniales y el telar, donde aprendimos sobre la artesanía local y las tradiciones que aún perduran. A medida que caminábamos por el sendero comunitario de regreso, con el panorama deslumbrante ante nosotros, sentí una profunda conexión con el lugar y sus habitantes.
Al final del día, el almuerzo fue el cierre perfecto para una jornada que había sido tanto un aprendizaje como una celebración de la cultura y la naturaleza.
Regresamos a Santa Marta con la sensación de haber vivido una experiencia verdaderamente transformadora.